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miércoles, 22 de noviembre de 2006

¿POR DONDE PASA EL FUTURO DEL URUGUAY?


El futuro esperanzador para un país como Uruguay, pasa sin duda por cambiar la mentalidad de sus habitantes hacia el objetivo común de regenerar el país y trabajar en pos de la riqueza y el bienestar del mismo. No hay ninguna duda hoy en día, de que la capacidad de generar riqueza y bienestar de un país, esta estrechamente ligado a la manera de pensar y actuar de sus pobladores nacionales.

En el Uruguay de hoy en día, se puede comprobar una forma de pensar y comportarse, que ha venido siendo moldeada durante muchos años por los distintos gobiernos, tanto aquellos democráticos como aquellos que no lo fueron.

Se puede ver en muchos integrantes de la sociedad uruguaya, como no se valora suficientemente el trabajo y la superación individual de la persona; no importa si las cosas se hacen con la profesionalidad adecuada y exigida ó se hace a medias y de cualquier forma; no se respetan las leyes y se transgreden a la primera oportunidad que se presenta para obtener ventajas personales y esto se aplaude como “viveza criolla”; muchos colectivos (mal llamados sociales o de trabajadores) actúan solo con el fin de mantener “su chacrita” (sus beneficios) sin buscar beneficios generales para la sociedad; creen que cualquier problema que haya, sea cual sea su naturaleza, debe ser solventado por el Estado, y por ende por la sociedad en general.

Decía Michele Santo que si los uruguayos no trabajan en revertir el actual sistema de valores, el país estará abocado a la degradación absoluta como sociedad y será entonces cuando ese cambio si se produjese, sería inevitablemente demasiado tarde. Es curioso, que después de estar prácticamente de rodillas tras la crisis del 2002, ese cambio de mentalidad aún no se esté produciendo.

Personalmente, creo que uno de los mayores defectos que posee la sociedad uruguaya, se trata de la creencia ciega en el Estado y en el “abrigo protector” del mismo. Los uruguayos desconfían del valor de la libre competencia, prefieren el proteccionismo y la salvaguarda perpetua a tener la posibilidad de perder o ganar. No está dentro de la mentalidad colectiva, el pensar que cualquier monopolio es un privilegio exclusivo y por tanto es injusto.

El mercado libre tiene la ventaja que no está sujeto a las decisiones del sector publico, del Estado. Es el mejor freno contra la corrupción, contra la burocracia, contra las malas prácticas de algunos funcionarios y contra las prácticas monopolísticas de las empresas estatales. Las empresas estatales en el Uruguay, se mantienen puramente para preservar privilegios establecidos a lo largo de los años de los funcionarios públicos, la inamovilidad, y dar acomodo a “los amigos”, etc.

El sector público en el Uruguay se ha convertido en una herramienta ideal (a través de la inoperancia, la falta de profesionalidad, la mínima transparencia y el clientelismo) para empobrecer a la gran parte de la población con su burocracia, sus impuestos y tarifas.

Pero la gente de a pie del Uruguay cree que con las empresas publicas, con los monopolios en combustibles, agua, telefonía, electricidad, alcoholes, etc se benefician las renta generales. ¡¡ Gran error!!.

Mantener esas empresas no tiene otro fin que impedir que la ciudadanía acceda a mejores servicios, de más calidad y a mejor precio. Mientras se mantengan dichas empresas, la gente común no se aprovechará de los beneficios mencionados anteriormente. Mientras que si se protegerán los salarios astronómicos y los beneficios sociales de un determinado grupo que parece ser que es el que lleva el timón del país.

Esta es la herencia de un personaje importante, José Batlle y Ordoñez, en el ideario de los uruguayos que si bien para muchos resulto ser un adelantado a su época, la historia y el tiempo puede decirnos que con él comenzó el principio del fin. El fue el ideólogo de la nacionalización y estatalización de todo aquello que hoy conocemos como empresas públicas, desarrolló lo que se conocen las funciones secundarias del Estado. Este dejo de ser solamente “juez y gendarme”, para incorporar atribuciones como agente social y “supuestamente” del desarrollo económico.

Pero no debemos olvidar que la época más gloriosa del Uruguay ocurrió a fines del S XIX, antes que gobernase Jose Batlle y Ordóñez, cuando numerosos inmigrantes arribaron al país, llegaron para trabajar y prosperar. Era una época de abundantes inversiones extranjeras, el país se llenó de fábricas, de ferrocarriles, de carreteras y numerosas infraestructuras. Uruguay se convirtió de esta manera el sexto país más rico del mundo.

Esta época pujante digamos que se revierte cuando Batlle y Ordóñez, diseña su estado moderno que impone un nacionalismo “enemigo del extranjero” en lo económico. La vitalidad económica que vivió el país a finales del S XIX, se ve invadida con el incremento de tasas, impuestos y leyes restrictivas. El Estado se entromete en desarrollo de la economía y de los agentes económicos con fines puramente políticos.

Las consecuencias de ese estado moderno, avanzado y progresista, han dado lugar a que hoy los uruguayos sufran y paguen por los servicios públicos más caros del mundo en referencia a su renta per capita. Podemos ver como algunos sectores de la población han renunciado al uso “oficial” de la luz eléctrica, agua y teléfono, por no poder pagarlos.

Hoy, y no hay más tiempo para demorarlo, los uruguayos deben reflexionar sobre que clase de país quieren. Aquel que diseñó José Batlle y Ordóñez, que ha ido degenerando en el actual ó aquel país como el que concienció e involucró a toda la población nacional y extranjera que habitaba en el Uruguay de fines del S XIX, donde todos lucharon, a pesar de las carencias y deficiencias, por la supervivencia del país a través del libre mercado y por tanto del desarrollo económico.

Es hora de que los uruguayos dejen las banderas, las ideologías políticas, los intereses privados, los intereses corporativistas y pongan el país por encima de todo.

Ese debe ser un proceso rápido, sin demora y de consenso. En el deben verse obligados todos los sectores de la sociedad, incluso los uruguayos que residen en el exterior por las causas que sean. Este grupo debe ser sin duda uno de los motores, por capacitación y por tener como referente los modelos socioeconómicos de los países que han elegido para vivir: EEUU, Australia, Canadá, la Unión Europea.

El proceso debe ser:

- Transparente y del que nadie intente sacar crédito de ningún tipo.

- Todos los uruguayos deben acudir con la idea de que hay que hacer concesiones por el bien común del país. No habrá lugar para ningún tipo de reinvidicación, ni privilegio corporativista de ninguna clase.

- Reglas de juego claras y concretas para la entrada de nuevos actores económicos que den lugar al desarrollo económico que a su vez ayudará al desarrollo del estado del bienestar y la riqueza del país.

- El Estado debe actuar solo como arbitro para sancionar de forma eficaz a todo colectivo o individuo que se aparte de las reglas, en ello deberá ayudar la justicia y la opinión pública.


Con estos y otros puntos, que sin duda no habrán sido incluidos, lo que se persigue es cambiar el modelo de país y de sociedad, porque el existente en la actualidad no da para más. Si acaso solo da para algunos y de forma momentánea, mientras haya quienes aporten con su esfuerzo y sudor para beneficio de otros.

Son los propios uruguayos quienes deben hacerse conscientes de la realidad que viven. Deben dejarse de vivir de idealismos y de vivir de recuerdos de la historia. El Uruguay idílico que parecía la “Suiza de América” y que brilló en el “Maracanazo en el 50” ya fue, como bien lo describe Benedetti en sus novelas, no hay más lugar para él, que no sea en los libros.

Hoy los uruguayos deben ser más pragmáticos y cambiar su mentalidad para beneficio del país. En ello va su presente y el futuro de sus descendientes.

2 comentarios:

Escribano Fernando Ortiz Zampedri dijo...

mal muy mal,Uruguay era el sexto páis más rico del mundo, cierto pero también era al mismo tiempo un lugar donde los pobres eran muy pobres y los ricos dominaban pocas familias dicha riqueza. No queremos eso, quiero este país el actual con una buena distribución (a nivel regional estamos primeros) y poca distancia relativa entre ricos y pobres. El libre mercado no existe porque el mercado cuando no lo regula el Estado deja de ser libre y se aprovecha los poderosos de eso. Al igual que se demostró que fracasó el comunismo también se demostró el fracaso del capitalismo de libre mercado, no preciso dar ejemplos de países. Hay una tercera vía y es la que está tomando el Uruguay, gracias a este gobierno y también a algunos relativamente buenos de los partidos tradicionales. Tenemos una clase política muy buena en comparación con el resto del mundo. Mi opinión es que la torta para todos o para nadie. Que así sea y nada de comunismo ni libre mercado.

CAPO dijo...

Hola mi nombre es Jorge y te invito a que veas este blog que tiene cosas bastante similares a las que escribiste aca, se ve que no estamos todos errados con respecto al Pais, la direccion del blog es http://mejorauruguay.blogspot.com/

Saludos