Hoy quiero hacer un pequeño homenaje a un compañero blogger,
Felix Obes Fleurquin, por que creo que ha escrito un post sensacional, donde a la vez de denunciar, dá un poco las pautas para que Uruguay de ese salto cualitativo y sea un pais moderno, serio, pujante y donde la gente viva comodamente, sin necesidades.
Es un post que mezcla bastante rabia, decepción pero a la vez ganas y esperanza....algo que no debe faltar, aunque haya gente que nos la intente pisar repitiendo tantricamente que aqui va todo bárbaro.
Un saludo y mi más sincera ennhorabuena Felix.
ES DE ESAS SEMANAS...
En que no le quiero dar la razón a un presagio que se está cumpliendo en las cifras: la desaparición de una generación, la más joven y la mejor, que abandona el país, que sale corriendo de él porque acá no pueden hacer lo que quieren, lo que les gusta, porque como dice Carlos Maggi en la nota que sigue a ésta, los viejos -y no sólo de edad- se han atrincherado en sus cascarones y no los dejan entrar, porque los viejos siempre hablan de lo mismo y los tienen -me temo que me incluyo-, los tenemos podridos de la letanía de quejas, así que por todo eso, por esta vez voy a ver si no le doy la razón a esos presagios que se están cumpliendo alrededor nuestro.
O al menos lo intento, ya que si insistimos mecánicamente en que el país apesta, que es una mierda, que está lleno de viejos y si seguimos todos hablando de temas que no le interesan a los jóvenes -desaparecidos, dictadura, tupamaros, maracanaes que no se repetirán, empleados públicos, tortas fritas y qué lindo que era mi London Paris- vamos a lograr lo que no queremos: que ellos se aparten de nosotros, que les demos la certeza de que sí, de que nosotros todos, los viejos, les hemos dado un portazo en la cara y los hemos relegado a la nada, salvo que se vistan de viejos, que se dejen el bigotito del abuelo, que se vuelvan adustos y que hagan lo que pretendemos que hagan.
Tenemos que dejar de hablar de partidos tradicionales. Incluyo en esta valija de deshechos, no sólo a los dos sarcófagos fundacionales, sino a la izquierda, que para lograr llegar al poder se ha vestido de vieja y es el más viejo y más retrógrado de los partidos, habiendo matado a toda innovación para poder mimetizarse con la grisedad nacional y ser entendida por la mayoría del electorado, que es vieja de remate y odia todo lo que sea joven, salvo que los tenga domesticados y estupidizados haciendo de monitos de feria para su felicidad senil.
Estos partidos ya no existen, no existen partidos. Existen personas que votan a lo menos peligroso, a lo más fácil, a quienes dicen que van a dejar todo como está, a los que dicen que les van a dar de comer sin esfuerzo, a los estúpidos ministros que bajan el precio de un churrasco o de un litro de leche y que se olvidan de hacer una modernización que tiene que tirar al piso toda la estantería del Estado, pisarla, inutilizarla y dejar que los audaces hagan el país de nuevo.
Los chicos y los jóvenes no sólo desconocen los símbolos nacionales y partidarios, los aparicios, los batlles, los seregnis, los himnos y bandurrias de Danza de los Vampiros, sino que los detestan, les dan molestia porque eso sí que apesta, eso sí que no da para más, pues ellos tienen otros códigos, otra música, otros símbolos, otro país en su cabeza y no el que los viejos queremos mantener momificado; quieren el que, por ejemplo, encuentran cuando van a trabajar a los pocos lugares en que se respira modernidad, como puede ser Zonamérica u otras similares, cuando entran en la mecánica del éxito sin tener que dejar atrás su territorio.
Es esa generación, la que estamos expulsando a patadas cada vez que hablamos de viejeces, cada vez que perdemos el tiempo en hablar a favor o en contra de los tupas, de la guerra civil, de los desaparecidos, en suma, de cosas que no tienen solución, que ya fueron, que deberían ser enterradas y olvidadas para usar el tiempo en ver cómo se puede hacer para que ellos, nuestros hijos, no se vayan y miren con pena desde su lejanía a los viejos olvidados en la comarca esa que, cada día que pasa, se les hace más ajena.
Este patético gobierno de hoy, la suma de todos los defectos de los anteriores, la esencia purificada y refinada de la mediocridad y del culto al mínimo esfuerzo con sus himnos a los perdedores, su remanufacturación de la historia para hacerla a medida de su senilidad, está logrando -aún en tiempos de buen viento a favor, de oportunidades que algún día no estarán más- darle cada día una puntada a la mortaja de un país que quieren ver muerto antes de que nazca: el país sin monopolios, el país de gente que desprecie ser parásito público y quiera salir a pelear por su futuro.
Están enseñando a una generación a pedir limosna, a manguear, a ser inútiles y contra eso es que debemos luchar. Como primera medida, sacarlos como sea del poder porque de no ser así, habremos contribuido a cerrar la tapa del ataúd sobre el país que debe nacer y que ellos, viejos de alma, quieren matar para poder, como a sus desaparecidos, velarlos eternamente repitiendo como plañideras su letanía retrógrada.
Hay que hacer cosas para los jóvenes, como lo ha hecho Vidalín en Durazno un par de veces; para ellos, no para los viejos, como se ha hecho con Serrat, declarando ciudadano ilustre a uno de ellos y tratando de que no vengan las bandas que les gustan a los jóvenes, aquellos que viven a su ritmo, que quieren triunfar y que liquidamos cada vez que hacemos un llamado para ayudantes de lavandería de un monopolio, en lugar de cerrarlo, bajar los impuestos en serio y no como ese payaso que pasó por la Facultad de Economía pero que sería incapaz, ya lo dije y lo repito, de ser un exitoso almacenero de barrio, que hace malabarismos para idiotas, trucos de mago de cumpleaños mientras nos roba el futuro, porque él es el prototipo de fracasado que, para ser alguien, ha montado en el Estado su máquina de destruir al particular que le da de comer.
A él y toda su banda de viejos, sólo aptos para un cargo público en un país en que, lejos de ser un mérito, esta aptitud es un insulto a la audacia y al coraje.
Hay que traer más Botnias y Ences, y la Universidad, esa fortaleza llena de ineptos y funcionarios, debe dar carreras de técnicos en fabricación de papel y no de titiriteros y artesanos, como bien dice Maggi.
Hay que cerrar UTE, ANTEL y OSE y abrir estos mercados a la competencia controlada y reglamentada, hay que dejarse de estupideces ecologistas y poner centrales nucleares. En suma, hay que dejar de ser recalcitrantes, viejos y encima, idiotas. ¡¡Es muy fuerte!!Sólo así evitaremos que los jóvenes se vayan, hay que dejarlos que hagan ruido, hay que fomentar su ritmo, su música y sus códigos y hay que animarse a ser audaz, arriesgarse a no tener garantías de empleo asegurado, porque eso nos hará mejores si sabemos que hacemos mal las cosas y que, al hacerlas mal, nos quedamos en la calle.
Eso nos hará fuertes y mejores, sólo eso, pero para que sea posible, este Estado senil, monopólico, abusivo, paternalista, estúpido y ladrón debe colapsar lo antes posible, debe ser desmantelado en pocos años para que la maldita Langosta del Estatismo se quede sin refugio y muera de inanición.Con eso recuperaremos este país para nuestros hijos, sólo así.
Hasta la próxima semana.
Félix Obes Fleurquin